Todos desarrollamos un “estilo de apego” para con nuestros vínculos. Pero, ¿dónde nace eso?
Venimos biológicamente preparados para vincularnos a las personas que nos cuidan. En estos vínculos aprendemos códigos de intimidad desde cómo mirarnos, cómo hablarnos, a confiar o no en los demás. Los cuidados en los primeros años de edad marcan un “estilo de apego” que luego se replicará en otros momentos y circunstancias.
Es necesario promover el espacio y la confianza por parte de el cuidador o la cuidadora para con el niño o la niña. Si al buscar un espacio de refugio encuentran una respuesta de rechazo eso promoverá la inseguridad. Es primordial comprender que no existen padres, ni madres ideales pero esto no tiene que limitar la intención y predisposición a generar vínculos donde haya una conexión emocional. Es de gran importancia saber escuchar para poder entender el comportamiento del infante y estar disponible a responder ante ello, tanto para poner límites como para ser un lugar de refugio en sus primeros años de vida. Cómo nos criamos, dónde nos criamos y cómo es nuestra relación con nuestras familias es la base que da forma a lo que luego desarrollaremos como adultos.
John Bowlby (1907-1990), psiquiatra y psicoanalista infantil, fue el primero en hablar de la teoría del apego. Bowlby se dedicó a observar las respuestas de niños que fueron separados de sus padres y llevados a lugares como residencias infantiles y hospitales. Pudo darse cuenta que estas separaciones causaban secuelas generando ansiedad, indiferencia (desapego) y ambivalencia. En 1970, la psicóloga Mary Ainsworth retoma lo estudiado por Bowlby y realiza observaciones entre la interacción madre-bebé en los hogares de Kampala (Uganda, 1967) y posteriormente en Baltimore (Maryland, 1978).
La comunidad de salud mental utiliza el concepto “Estilo de apego”. Este “estilo” del que hablamos se forma en primera instancia a partir del vínculo con nuestros cuidadores y nuestras cuidadoras. El estilo de apego desarrollado durante la infancia puede darse a conocer en los miedos o inseguridades del adulto, y en la manera de afrontar determinadas situaciones. A partir de investigaciones realizadas como “La situación del extraño” (estudio que observa la relación niño/niña – cuidador/cuidadora más la interacción con un tercero o tercera) se desarrolla la teoría que da lugar a los cuatro tipos de apego; y cómo luego se relacionan en el lugar de trabajo/estudio, relaciones y momentos de crisis.
1. Apego SEGURO
Está caracterizado por la incondicionalidad: el niño o la niña sabe que su cuidador o cuidadora no va a fallarle. Se siente querido o querida y valorado o valorada. Confían que sus necesidades serán satisfechas. No les supone un esfuerzo unirse íntimamente a las personas y no les provoca miedo el abandono. Es decir, pueden llevar a una vida adulta independiente, sin prescindir de sus relaciones interpersonales y los vínculos afectivos.
En la escuela o trabajo son personas típicamente enfocadas y buenas comunicadoras. En relaciones son las más propensas a hacer el primer movimiento y las menos a jugar juegos mentales. En momentos de crisis son capaces de manejar sus emociones y ver el panorama general. Mantienen la calma lo suficiente como para tolerar las diferencias de opinión.
2. Apego ANSIOSO
Tienden a parecer más retraídas e independientes. No creen que otros vayan a satisfacer sus necesidades y rara vez piden ayuda. El niño o la niña no confía en sus cuidadores y tiene una sensación constante de inseguridad porque a veces sus cuidadores están y otras veces no. Lo constante en los cuidadores es la inconsistencia en las conductas de cuidado y seguridad.
En el trabajo o la escuela probablemente les sea difícil crear vínculos en los que confíen rápidamente. Tienden a centrarse más en el trabajo en sí mismos que en la parte social de los proyectos grupales. En relaciones pueden tener problemas para comunicarse o identificar como se sienten. Tienden a preferir hablar de temas más intelectuales. En una crisis suelen alimentarse del drama lo cual fomentará el estado de inseguridad y ansiedad.
3. Apego EVITATIVO
Los niños y las niñas con un apego de tipo evitativo han asumido que no pueden contar con sus cuidadores, lo cual les provoca sufrimiento. Se conoce como “evitativo” porque los bebés presentan distintas conductas de distanciamiento para con sus cuidadores que no le proveen la seguridad necesaria. La despreocupación por la separación puede confundirse con seguridad, en distintos estudios se ha mostrado que en realidad estos niños y niñas presentan signos fisiológicos asociados al estrés.
En la escuela o el trabajo tienden a necesitar del refuerzo positivo. En relaciones reaccionan fuertemente a cualquier situación en la que se sientan rechazados, culpan al otro o la otra (sin contraer responsabilidad en el asunto) y pueden llegar a adelantarse a dicha situación tomando ellos o ellas la iniciativa de alejarse. En momento de crisis hacen todo lo posible para evitar situaciones excesivamente emocionales.
4. Apego DESORGANIZADO
Lo constante en los cuidadores han sido conductas negligentes o inseguras. Se trata del extremo contrario al apego seguro. Casos de abandono temprano, cuya consecuencia en el niño o la niña es la pérdida de confianza en su cuidador, cuidadora o figura vincular, e incluso puede sentir constantemente miedo hacia ésta.
En la escuela o el trabajo buscan poner a prueba los límites infligiendo las leyes o reglas que se impongan. De adultos suelen ser personas con alta carga de frustración e ira. No se sienten queridos o queridas y parece que rechazan las relaciones aunque en el fondo son su mayor anhelo. Usualmente se sienten provocados o provocadas por la crisis y un pasado que los o las retrotrae a pensamientos negativos. Estos sentimientos, de ser provocados, pueden conducir a un abuso de sustancias, ira explosiva y la necesidad de castigar a los demás.
¿Nuestro estilo de apego nos condiciona para el resto de nuestras vidas?
Claramente esto no es así. Siempre se puede trabajar sobre un comportamiento que no nos gusta. Si reconoces algunas de estas características en tu persona o en alguien que conoces es importante saber que (en caso de que esta sea tu voluntad) puedes desaprender de tus malos hábitos y cambiar tu diálogo interno si te propones trabajar en ello. Una persona con un estilo de apego inseguro en la infancia puede “aprender” de las conductas de apego seguro que le proporcionen en el futuro su pareja u otras personas queridas, como puede ser un grupo de amigos íntimos psicológicamente saludables. En todo caso, lo importante es desarrollar las estrategias convenientes para generar seguridad, a partir de los recursos que tengamos disponibles. El apego no es inmutable, ni se sostiene de la misma forma en todas las personas a medida que crecemos. Lo primero es reconocer dónde estamos para crear nuevos sistemas vinculares desde el “estilo de apego” que hayamos desarrollado tiempo atrás.
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