Tiempo atrás se cría que de la practica sexual no podía devenir una adicción. Hoy sabemos que esto existe, y que la gente sufre mucho durante el camino. A día de hoy, con el fácil acceso a internet y a la pornografía, este tiempo de comportamientos están en incremento. Podríamos decir que la adicción al sexo se asemeja a la adicción al alcohol, o cualquier otra droga. Los adictos no disfrutan del sexo. Cuando hablamos de adicción hablamos de que la vida gira en torno a la sexualidad, todo pasa por ahí, afectando así a las otras partes de la vida. Hay una necesidad compulsiva de realizar el acto una y otra vez. Se instaura así una experiencia de malestar donde se pierde el autocontrol. Si se utiliza el sexo para evitar el malestar hay una carencia afectiva. Se genera un círculo vicioso donde la persona adicta asocia el sentirse mal con la descarga sexual, es un medio para evadirse. Esto afecta a las neuronas de la corteza frontal, las cuales liberan dopamina, neurotransmisores cerebrales que liberan el deseo sexual, provocando un circuito de placer y de recompensa que da lugar a la compulsión. La persona intenta superar los problemas de la vida diaria mediante el sexo. Se lleva acabo la conducta para liberar el malestar y aplacar el vacío emocional. Pero esto sólo se consigue de manera circunstancial. Luego el problema de base, al no haber sido solucionado, vuelve a emerger.
Diferentes conductas y experiencias pueden llevar a las personas a caer en este tipo de adicciones. Muchas veces puede suceder que se aprende una sexualidad con falta de afecto, provocando fácilmente el ingreso en estas conductas. Pueden existir también malos aprendizajes en las bases de la sexualidad, tanto porque se haya reprimido a la persona o se haya abusado de ella. Son conductas que suelen llevarse en silencio ya que generan mucha culpa y pueden llegar a llevar a la persona a una profunda depresión. La persona se rechaza a sí misma, y abandona los vínculos que tiene debido a su adicción. Por esto, es importante ser empáticas y empáticos teniendo en cuenta que las personas que transitan este camino realmente están sufriendo y necesitan ayuda. Si no se busca poner un freno suele ir a peor, ya que la persona se va cargando de sentimientos negativos. Se ven envueltas y envueltos en un círculo del cual no pueden salir, volviéndose esclavas y esclavos de sus deseos.
Si la persona se permite que se la ayude no hay que prohibirle el sexo porque lo que se hace es incrementar el deseo. Lo que se debe hacer es dar herramientas para que vean en la situación en la que están inversos o inversas, y todo lo que se pierden por invertir su tiempo en esa adicción.
Cuando el sexo deja de ser placer, se vuelve en un displacer, ante una adicción no se disfruta, se acumula malestar no pudiendo frenar los pensamientos negativos. En la superficie se ve la adicción, pero en el fondo están todas las carencias que no han podido ser resueltas. Muchas veces no se es consciente de que esto existe por dentro. Ante una adicción hay un vacío interno que se intenta llenar.