En la isla griega de Samos antiguamente se refugiaron muchas personas con lepra. Cuenta la historia que una mujer (no infectada) se sintió atraída por esta condición. Así se casaron y decidieron mantener relaciones sin protección.
Un síndrome aparece cuando hay cierto conjunto de síntomas. El síndrome Samo no es un síndrome del que se tenga mucha información y abarca a un grupo muy minoritario. Pero, las enfermedades por transmisión sexual no siguen los mismos porcentajes. A pesar que hoy en día contamos con mucha más información para prevenir dichas enfermedades, según estudios de la OMS, 340 millones de personas contrae alguna enfermedad sexual.
Con respecto al síndrome de Samo, se deben tener en cuenta cuestiones como: ¿Qué tipos de apego desarrollaron estas personas? Puede que este síndrome se dé como respuesta a una forma de lesionarse por historias anteriores no resueltas. Estas personas se ponen en riesgo buscando de alguna manera hacerse daño a sí mismos, o si mismas, por medio de la sexualidad.
Este es el único punto o síntoma en el que coinciden quienes padecen este síndrome. Cuando se repite una actitud dañina para uno o una misma hay que detenerse a observar. Es difícil reaprender si se fijan malas estructuras de comportamiento a muy temprana edad pero se puede lograr entendiendo que existen otras posibilidades de acción. Si una persona se “sacrifica” por otra hay que rever su historial para detectar dónde y cómo aprendió ese comportamiento. Así, al darle contexto, podemos detectar que estas personas no saben regular sus emociones y muchas veces esto los y las lleva a agredirse o desconectarse de la realidad como forma de autorregulación.
¿Qué las lleva al autocastigo? Los sentimientos de inutilidad, por ejemplo, se ven reflejados en relaciones sexuales más agresivas, donde se busca usar lo físico como distracción al dolor. Se evita conectar con la emoción interna. Esto puede producir un alivio temporal. Quizás sufren de depresión o ansiedad y usan la sexualidad como escape. A veces no se sabe cómo hacer frente a las cosas que pasan, lo que da como resultado un cúmulo de ira o de tristeza. Esto necesita salir por alguna vía, aunque no sea de forma consciente. Así llegamos a comprender que el dolor alivia los sentimientos de culpa, por eso existe la flagelación. Hay que buscar las causas profundas para que no se reduzca todo en una etiqueta como “Síndrome de Sado”. Si una persona ha vivido regularmente circunstancias de dolor y es lo único que reconoce, su cerebro se conformará a partir de ese entorno. Por ende, siempre buscará y esperará, de forma inconsciente, que se repita el mismo escenario, hasta sanarlo.