La relación con el cuerpo la tenemos desde que nacemos hasta que morimos. Desde que se es bebé que se pueden ver erecciones en los niños, o lubricación vaginal en las niñas. Esto se da como respuesta a cierto reflejo o estímulo: un cambio de pañales, ser amamantados o amamantadas, entre otras cosas. Por supuesto que la sexualidad no se vive de la misma manera que en la edad adulta, pero no significa que no exista, por eso el adulto responsable debe saber cómo dirigirse hacia el menor, o la menor. La base de toda sexualidad se da en la infancia. Los padres y las madres tienen que informarse sobre cómo llevar estos temas para no reprimirlos, o reprimirlas, haciéndoles llegar mensajes erróneos y contraproducentes.
A los 12 meses de edad ya hay conductas como tocarse o frotarse. Primero está la etapa oral, tiene que ver con el mundo externo, con conectar y descubrirlo mediante la boca. Luego la etapa anal, aprendiendo a controlar los esfínteres, se desarrolla el control con el mundo externo. La etapa fálica tiene que ver con la parte más erógena, esto es alrededor de los 5 años. Cada etapa de los 2 a los 6 años va pasando por diferentes instancias, así se van superando pasos. Hay una evolución psicosexual, se explora el cuerpo y se imita a partir de lo que se ve. Establecen así luego conexiones que repetirán más adelante. Los padres y las madres deben ver esto como algo natural ya que se están identificando a partir de estas conductas, a partir de conocer su cuerpo. A los 6 o 7 años empiezan a diferenciar los sexos, explorando sus cuerpos y haciendo juegos de roles. Muchas veces estos juegos se vuelven prohibidos por cómo responden los adultos: reprimiendo, desaprobando el acto. De los 7 a los 10 años hay cambios en la sexualidad, es un momento de más autonomía. Todo es más explícito, pero la curiosidad continúa desarrollándose. Los padres y las madres tienen que dar respuestas positivas ya que es un momento de conformación de la identidad sexual. Así los niños y las niñas tienen el mensaje de que tocarse o masturbarse no es algo malo, o que no se debe hacer. Por el contrario, es esencial dar el espacio para aprender a conocer e identificar el cuerpo, disfrutando de él, y no viviéndolo con culpa o restricciones. Poco a poco se les irá orientando y explicando dónde lo pueden hacer, y cómo. Es necesario seguir fomentando la educación sexual desde la infancia. Somos seres sexuados, por eso desde que nacemos hasta que morimos tenemos una sexualidad que cuidar.