El mundo está mal repartido: unos ligan sin parar, o tienen una ‘varita mágica’ para las relaciones estables, y otros llevan una etiqueta invisible que hace que los demás pongan pies en polvorosa.
Descubre los cinco porqués más comunes y cambia de bando (si quieres).
Puede que no sea tu caso, pero seis de cada diez solteros españoles buscan pareja porque no son felices solos, según una reciente encuesta de la agencia matrimonial Alter Ego.
De ellos, unos encontrarán el amor, pero otros no. ¿Por qué, cuando buscamos pareja, a unos se les da mejor que a otros? ¿Cómo se logra mantenerla y no perderla en dos días?
“Todos tenemos en nuestro cerebro pautas y estereotipos que nos inducen a fijarnos en unas personas y no en otras, y que nos llevan a repetir modelos de seducción”, dice la psicóloga y sexóloga Marián Ponte.
Cuando reincidimos en un patrón de conducta es que algo en nuestro interior está atascado, sin resolver, y cuanto antes lo deshagamos, mejor. Carmen Raya, psicóloga y sexóloga, agrega: “Hay muchas proyecciones inconscientes derivadas de lo vivido y del rol erróneo que tenemos dentro de la familia”. Aquí repasamos las cinco causas más comunes para estar ‘desparejado’. Cada una parte de un divertido test (hazlos; la mayoría de A o B te indicará cómo te manejas al respecto). En todos, las expertas te explican las causas y te dan claves eficaces para dejarlas atrás (una buena ayuda, ¿no?).
1.- Buscar en el lugar inadecuado
“Hoy es frecuente usar Internet para encontrar pareja. También, los viajes de vacaciones o los locales de copas: son situaciones en las que nos sentimos más libres. Pero a veces se está desorientado; por ejemplo, tras una separación, no se sabe dónde encontrar gente nueva”, dice la psicóloga y sexóloga Carmen Raya, de Granada (psiconatural.com).
¿Qué se esconde detrás?
Falta de habilidades sociales, timidez, miedos, atreverse sólo en ambientes desinhibidos al ‘calor de las copas’... son algunas de las causas de que se repita este patrón, según Carmen Raya. Lo más sorprendente, como apunta, es que tal vez oculte que, en realidad, no se desea una relación, o bien “se asocia la pareja a control y falta de libertad, y se da la necesidad de ligar para subir la autoestima sin ser consciente de dónde se está”.La experta explica que debemos partir de una pregunta: ¿realmente queremos conocer a alguien para entablar una relación con visos de futuro o simplemente buscamos un ‘rollo’? La diferencia es determinante; eso y, desde luego, la edad (si tienes 40 años, una disco de veinteañeros no es el sitio más adecuado).
¿Cómo afecta esta dificultad? “Mina la autoestima, se refuerzan ideas del tipo ‘nunca voy a encontrar pareja’, ‘todos buscan lo mismo’, ‘el alcohol me da seguridad’, etc. Puede generar ansiedad, aislarnos más socialmente, crear dependencias afectivas...”, dice Raya.
4 pasos para superarlo
- “Revisa ese ‘cartel con neones’ que todos llevamos y mostramos a los demás con lo que realmente queremos”.
- “Fíjate en tus círculos cercanos (amistades, trabajo, ocio...); la mayoría de las parejas estables de nuestro entorno se establecen entre conocidos”.
- “Si te relacionas con alguien chateando, de copas..., intenta quedar en un horario diurno y tranquilo y en terreno neutral (no en vuestras casas), para daros la oportunidad de ser tal cual sois, de conoceros”.
- “No seas la perfecta ‘amiga’ que entiende todo y con la que siempre se puede contar para desahogarse. Si eres esa ‘amiga’, no te extrañe que un día él te diga que ha conocido a alguien e incluso te pida el visto bueno”, aconseja la psicóloga.
2. Altas Expectativas
Nuestra sociedad es estresadamente competitiva.
Por eso, no es extraño que cada día pongamos el listón más arriba (proyectamos en la relación o en la pareja las exigencias a las que nos vemos sometidos a diario). Y ¿quién no quiere el mejor trozo de la tarta? El problema es que no encontremos un pastel suficientemente digno de nosotras.
¿Qué se esconde detrás?
Puede venir de base: “Aprendizaje de casa puro y duro”, dice Raya, “cumplir las expectativas de lo que papá y mamá esperan; no defraudarlos”. Y, también, ¡por el rol de víctima! La sexóloga explica: “Debido a nuestras inseguridades, siempre hacemos lo que nosotras queremos, sin contar con el otro, porque sabemos que, tarde o temprano, nos van a parar los pies y nos van a abandonar”. ¿Cómo puede influirnos? Sobre todo, genera frustración porque “él siempre tendrá un defecto para nosotros o nuestros allegados”; también, desengaño o desilusión cuando vemos al otro tal cual es...
Podemos incluso llegar a no querer conocer a personas por miedo a que nos vuelvan a decepcionar (o a no estar nosotras a la altura). Miedo, celos, estrés..., por conservar a esa persona a la que exigimos tanto y que intenta complacernos y por perder nuestro poder.
4 pasos para superarlo
- “Piensa: ¿Cuánto de lo que le pides lo cumples tú? Una relación que no parta de la igualdad y del equlibrio fracasa siempre”.
- “Revisa tus valores de pareja, lo que realmente necesitas en este momento de tu vida. Pide eso, y no ‘castillos en el aire’”.
- “Enfréntate a tus miedos y complejos; trabaja tu necesidad de reconocimiento y aprobación social o familiar”.
- “¿De verdad quieres una pareja o esas metas tan altas son una excusa para no tenerla (‘no encuentro lo que necesito’)?”.
3. Nadie que no sea como papá...
"Los estilos afectivos se aprenden desde edades muy tempranas", dice la psicóloga y sexóloga Marián Ponte. Los padres son un modelo al que a veces, inconscientemente, guardamos fidelidad en nuestras parejas: si no se le parecen, ¡adiós! La necesidad de protección, de seguir siendo "el ojito derecho de papá", puede estar detrás de esta actitud infantil.
¿Qué se esconde detrás?
No hay duda: dependencia paterna, ya sea consciente o inconsciente. "Equivocaciones en los roles familiares y personales, en la estructura familiar", aclara Carmen Raya. Por eso, la frustración es constante en quien lo sufre: nunca se encuentra alguien idéntico a nuestro padre (no hay dos personas iguales). Pero es que, además, "el lugar de la pareja está 'ocupado' por la figura y el modelo del progenitor: no hay sitio para nadie más", agrega.
Por otra parte, una pauta así genera una dinámica bastante insana: la pareja actúa como padre y nosotras como hijas, con lo que en lugar de una relación de adultos iguales reproducimos la relación desigual entre un adulto que protege e impone su criterio y un menor que es protegido y obedece; 'volvemos a casa', en cierta forma. Nos negamos la posibilidad de ser adultas.
4 pasos para superarlo
- "Lo más importante: revisa tu sistema y orden familiar. Te irá bien acudir a un profesional en terapia sistémica familiar o constelaciones familiares", explica Carmen.
- "Piensa que si vas buscando un 'padre', tú serás siempre la 'hija' y te tratarán como tal. No dejarán que crezcas ni decidas, puesto que los padres hacen lo mejor por sus hijos (aunque estos no estén de acuerdo)", dice la psicóloga.
- Y continúa: "¿Por qué no quieres crecer, madurar y responsabilizarte propios asuntos y problemas? No necesitas un 'padre' que te proteja". Afianza tu autoestima; debes creer en ti porque eres la persona,a que tienes y siempre tendrás a tu lado: trátate bien, llévate bien contigo misma.
- "Normalmente, detrás de esta actitud suele haber problemas familiares irresueltos, y arrastrarlos a la pareja que nosotras formamos no es, precisamente, la mejor pauta de inicio para que ésta funcione", dice. Todas tendríamos que intentar no repetir los clichés aprendidos en casa, ser más comprensivas con los errores de nuestros padres y dejarlos atrás sin más.
4. Exceso de timidez
Resulta un freno porque "se está muy pendiente del otro, del propio comportamiento y de lo que se ha de decir", explica Ponte. Las 'señales' que da una persona tímida son confusas, ambivalentes (tal como ella se siente), y así se complica bastante el primer paso: conocer gente, 'abrirse' para intimar.
¿Qué se esconde detrás?
Una persona tímida puede haber sufrido rechazos o críticas, "incluso abusos en ciertos momentos de su vida, que no le han permitido expresarse con libertad en un contexto saludable, de comprensión y empatía", señala Marián. Por ejemplo: un padre o madre dominante, que lo soluciona todo, provoca indirectamente dudas y temor en su hijo (desconfianza en las propias cualidades). La tensión, el estrés, la autolimitación ('¿para qué intentarlo si en cuanto me conozca seguro que no le gusto?')..., impiden cualquier cercanía.
¿Un truco? "Expresar la timidez antes de que se entorpezca la comunicación", dice Ponte. Así nos relajaremos y seremos más naturales.
4 pasos para superarlo
- "Fundamental: no vivir los rechazos como cuestión de vida o muerte", subraya Marián. No podemos gustar ni caer bien a todo el mundo (lo mismo que a nosotros no nos caen bien todos): partamos de ahí.
- "Tómatelo como un aprendizaje". Cada relación -no exclusivamente de pareja- puede ayudarnos a tomarnos en serio, a comprender nuestras necesidades (a qué se deben, cómo satisfacerlas).
- "Y también como un juego, en el que puedes aprender cómo al otro le influyen tus propias actitudes", agrega. Observa...
- "Arriésgate. Adopta iniciativas, no lo veas como 'ligar' sino como una ayuda a tu problema, para soltarte más y ser tú misma".
5. Sinceramente, eres un poco "ogra"
Dominante, controladora, sabelotodo, doña perfecta... Seguramente nunca te lo han dicho a la cara (¿quién se atrevería con ese carácter?), pero párate a pensarlo un segundo: ¿por qué, si eres tan perfecta, no se te dan bien las relaciones? Tú, que lo puedes todo...
¿Qué se esconde detrás?
"Alguien controlador o dominante puede haber crecido en un entorno sin normas ni límites, caótico (dejadez, abandono, tal vez violencia...), y necesita controlar todo por miedo a perder el control", explica Marián Ponte.
Se forman así caracteres muy inflexibles, rígidos, que no se permiten a sí mismos ni a los demás la más mínima trangresión de normas (no hablemos ya de 'errores'). ¿Cómo afecta a la persona? Repite y repite el patrón porque 'la equivocada no es ella'. No tiene la capacidad de verse desde fuera, de observar su conducta.
4 pasos para superarlo
- Antes de hacer o decir algo que repercuta en el otro, piensa y ponte en su lugar. ¿Te gustaría a ti que te dijeran o hicieran eso, no te sentirías -cuando menos- dirigida? "No seas impulsiva, aprende a pararte", propone Ponte.
- "Permite que tu pareja se exprese", agrega. ¿Te das cuenta de que siempre hablas tú? ¿Qué tal si escuchas? Tú no sabes a priori cómo y qué siente (no eres infalible. no lo conoces mejor que él mismo). Si no te pide consejo ni una solución, expresamente, no se la des (le 'robas' personalidad y criterio).
- "Cuando estés hablando con él, observa su cara, sus gestos". ¿Delatan que le gusta lo que le dices, o son síntomas de tensión y crispación? Así sabrás lo que opina (y tal vez no se atreve a decirte).
- "Acéptalo: un no es un no. Para todo el mundo y también para ti", apunta la psicóloga. Y no pasa absolutamente nada porque te rechacen. No te aferres a una relación cuando 'ha prescrito' intentando volverte imprescindible para esa persona. Deja que corra el aire fresco. sobre todo dentro de ti.