A diferencia de otras especies, el ser humano se diferencia en que su sexualidad no se limita a la reproducción biológica, sino que atiende a componentes fisiológicos, afectivos y emocionales.
El ser humano ha ido desarrollando más el córtex cerebral, factor que contribuye a marcar más diferencias. A todo ello se añade al placer y la satisfacción, el desarrollo de las fantasías y los aprendizajes, mediatizados por nuestra cultura, y que además facilitarán o entorpecerán nuestra vivencia sexual.
Los animales poseen un sentido del olfato mucho más potenciado que el nuestro. El ser humano reacciona mejor a lo táctil, lo visual y lo verbal.
Las zonas erógenas cobran una gran importancia a la hora de las caricias y del inicio de una relación sexual, teniendo en cuenta que todo el cuerpo es sensible y erótico, por lo cual requiere de una buena exploración para no limitarnos en nuestra satisfacción.
También el sentido del olfato puede potenciarse mediante colonias, gel de ducha u otras fragancias, como ambientadores o inciensos, que preparen un clima agradable para la intimidad. Algunas personas prefieren el olor natural del propio cuerpo; y oler al otro siempre puede ser un juego que nos conecte con nuestros ancestros.
La vista es otro elemento importante que fomenta el deseo. Los varones suelen ser más sensibles a estímulos visuales directos, y las mujeres, al erotismo verbal.
Fases sexuales
El ser humano está preparado ya desde que nace para obtener placer y dar una respuesta sexual. A lo largo del desarrollo, hay muchos factores que pueden incidir en limitar nuestras respuestas. Entre ellos, podemos citar la información sexual, las distintas experiencias de intimidad, la cultura y el aprendizaje.
Muchas veces se nos dan mensajes represivos cuando somos niños como: «eso no se hace»; «es un pecado»; «pensarán que eres fácil»; etcétera. En otras ocasiones, no se ofrece una educación sexual, por lo que tiende después a crear mitos o ideas que ponen dificultades a la hora de disfrutar de una sexualidad sin ansiedad. Es más difícil gozar de las primeras experiencias si, por ejemplo, la persona tiene creencias del tipo: «la primera vez duele» o «has de dar la talla» o «no puedes decir que no una vez que se empieza». Todas estas formas de ver la sexualidad generan patrones que inciden en la intensidad y eficacia de nuestra respuesta sexual.
Las primeras relaciones marcarán una manera de funcionar y, a medida que vayamos experimentando, se crearán dinámicas determinadas que se agravarán si la persona no disfruta o no puede experimentar de forma fluida alguna de las fases de la respuesta sexual.
La dificultad de experimentar satisfacción en esos momentos será después clave para determinar en qué medida se produce una disfunción. Master y Johnson describieron en sus investigaciones las fases de la respuesta sexual humana: excitación, meseta, orgasmo y resolución.
En la fase de excitación, el clítoris se agranda, se hinchan los labios y empieza la lubricación vaginal y la elevación del útero. En el hombre, se elevan parcialmente los testículos y se produce la erección del pene.
En la fase de meseta, los labios cambian de color, se expande la cavidad vaginal, se eleva completamente el útero, aparece la plataforma orgásmica y se contrae la entrada a la vagina. En el hombre, se acentúa la coloración del glande y su diámetro, se elevan completamente los testículos y aumentan su tamaño, el escroto se hace más grueso, aumenta el tamaño de la uretra y aparece una secreción preeyaculatoria.
En la fase de orgasmo, el útero inicia unas contracciones rítmicas, aumenta un poco de tamaño la obertura del cerviz, se contrae el esfínter anal y la vagina. En el hombre, se contraen los vasos deferente, el esfínter anal, los vasos seminales, la glándula prostática, la uretra y el pene.
Finalizado el coito, se repliega el útero, la vagina va recobrando su normalidad y desaparece la plataforma orgásmica. En el hombre, descienden los testículos, el pene recobra su flaccidez, desaparece la erección y el escroto se adelgaza.
Puede ocurrir que en alguna de estas fases citadas y, a pesar de haberse llevado a cabo una buena estimulación erótica sexual, la persona no logre funcionar correctamente. La disfunción también puede darse incluso en la fase previa de la respuesta sexual humana, esto es, en la fase deseo.
Los trastornos del deseo, tanto en hombres como en mujeres, son los siguientes: fobia sexual, aversión sexual e inhibición del impulso sexual. Estos trastornos pueden a su vez manifestarse en las diferentes fases de la relación sexual.
En la fase de excitación: en mujeres, se manifiesta en forma de inhibición del deseo (deseo sexual disminuido). En el caso de los hombres, se observa impotencia o disfunción eréctil.
En la fase del orgasmo: en mujeres, la anorgasmia o la dispareunia (orgasmo con dolor). En el hombre, además de éstos, puede aparecer la eyaculación precoz, la eyaculación retardada, y la eyaculación inhibida.
Hay que señalar por último que, tanto si todo funciona normalmente en las diferentes fases de la respuesta sexual como si no, en muchas ocasiones no se produce un nivel apropiado de satisfacción sexual por parte de las personas que establecen relaciones. Este factor psicológico es un criterio importante que debe tenerse en cuenta, ya que también puede ocurrir lo contrario: que haya una disfunción, y que ésta no repercuta en la satisfacción personal obtenida con la relación sexual.