Entre un 1 y un 5% de la población mundial es asexual. En una sociedad tan hipersexuada como la nuestra, eso significa que esas personas se sentirán muchas veces raras. Pero no están enfermas. Simplemente son así desde siempre.
Distintas formas de vivir la asexualidad
Hay tantas sexualidades como personas, y ésta no es una excepción. Hay quienes no sienten nunca necesidad de tener relaciones sexuales y quienes viven pequeños periodos de deseo y las tienen puntualmente. También quienes se masturban... Pero incluso en esos casos, el sexo no es una prioridad en sus vidas. Eso no implica que otras personas no les resulten atractivas; simplemente no sienten la necesidad de acostarse con ellas.
No es un trastorno
“Lo que define la asexualidad es la falta de atracción sexual”, dice la psicóloga y sexóloga Marián Ponte “Pero como la sexualidad humana es muy compleja, lo primero que hay que hacer es descartar trastornos médicos (endocrinos, hormonales) o lo que denominamos deseo sexual hipoactivo o bajo. Puede haber fobias, aversión al sexo (muchas veces provocadas por algo ocurrido hace tiempo), efectos secundarios a algunos fármacos... Pero una vez excluido todo esto, hay que ver la historia individual de cada persona, cómo ha sido su trayectoria hasta ahora, y si ahí se mantiene de manera constan-te esa falta de atracción sexual, de impulso, entonces podemos pensar en la asexualidad, que en realidad no es un trastorno sino una opción”.
Diferente de la abstinencia
Pero ser asexual no significa ser antisexual, o que no te interese tener una relación afectiva (romántica o no). Tampoco es lo mismo que la abstinencia o el celibato, porque en estos casos la persona sí siente atracción sexual pero escoge no llevarla a cabo. En realidad, la asexualidad no describe lo que alguien hace, sino cómo se siente. Y ahí está el quid de la cuestión: si hay o no sufrimiento. “Porque a veces se confunde frecuencia con normalidad, y lo que para unas personas es extraño para otras es perfectamente normal”.
Reciente visibilidad
Aunque aún no hay demasiados estudios sobre este tema, la mayoría de expertos coincide en que se trata de un término amplio que describe a los que se identifican de tres formas: asexuales a secas; gris-asexuales, que son aquellos que sí experimentan atracción sexual pero no con mucha frecuencia (o en un grado mínimo), y demisexuales, que son los que solo sienten atracción sexual hacia las personas con las que han formado antes un estrecho vínculo emocional. Todo esto es independiente de la identidad de género y, por supuesto, de la orientación sexual (se puede ser asexual y hetero, homo, bisexual...). En España están empezando a tener visibilidad ahora, sobre todo gracias a Internet, aunque han existido siempre. “El problema”, afirma Ponte, es que muchos se sienten presionados para tener relaciones sexuales, se fuerzan a sí mismos para que no les llamen raros, o para sentirse integrados”.
No cambiar al otro
¿Qué pasa si uno de los miembros de la pareja es muy activo y el otro no? “Entonces se impone la necesidad de pactar, de consensuar”, continúa. “Es complicado que la persona sexual comprenda que el deseo no es necesario para la otra persona; a veces, incluso, tendrá la tentación de cambiarla, de hacerle ver que se está perdiendo algo. Pero eso nunca funciona, porque ser asexual no es algo que se elija”. ■
‘HUIR DE ETIQUETAS’
Es un tema muy serio porque la asexualidad es una opción tan respetable y tan natural como cualquier otra; no tener sexo no significa que no te interese tener una relación afectiva o romántica y que, como persona, compartas otras cosas y otras áreas con alguien. En todo caso, hay que intentar huir de las etiquetas. A veces el sexo no interesa, simplemente, y no hay que darle más vueltas.