¿Qué pasa con los “estilos de apego” a la hora de relacionarnos con nuestras parejas en la edad adulta?
El estilo de apego desarrollado durante la infancia influye de manera significativa en la elección de la pareja en la edad adulta. Freud postulaba que el individuo tendía a elegir, o bien un modelo parecido al que tuvo en la niñez con su cuidador o cuidadora, o bien una pareja que represente aspectos idealizados y contrarios a ellos o ellas. Melanie Klein (1994) sugirió que no es un modelo de persona lo que se toma como referencia a la hora de buscar pareja. Es más bien un modelo de relación lo que el individuo anhela recrear. Ahora bien, en el vínculo infantil la relación es unidireccional, es decir, los adultos son los únicos responsables del bienestar de el niño y la niña. Sin embargo, en el vínculo adulto la relación de apego es bidireccional, ya que ambos son en parte responsables del cuidado del otro y la otra, y del proyecto común. De esta manera, el adulto adquiere cierto control sobre la situación, que en la infancia no tenía.
Apego seguro: las parejas compuesta por miembros con estilos de apego seguro, presentará un bajo temor al abandono y al rechazo. Aquellas personas que desean formar una relación duradera y estable, valoran como aspectos más atractivos las características típicas de personas seguras, como la atención, calidez, sensibilidad o cuidado.
Apego evitativo: estas personas dan por sentado que si se vinculan con alguien sintiendo y expresando sin temor sus afectos, acabarán siendo rechazados. Ante eso, muestran una autosuficiencia emocional como mecanismo defensivo. Evitan, por tanto, el contacto que implique intimidad emocional, mostrando menor frecuencia de conductas sexuales dentro de una relación. La elevada evitación afectiva ha sido asociada con un menor sentimiento de satisfacción en la relación sexual propia y en la de la pareja.
Apego ambivalente: los niños y las niñas irán convirtiéndose en adultos que pueden mostrarse inestables respecto a la cercanía de personas allegadas, mostrando a ratos gran interés, y molestia en otros. Esto les hace fluctuar en diferentes estados de ánimo, pasando de estar animados y animadas a estar abrumados y abrumadas. Utilizan el sexo como búsqueda de proximidad, es decir, para mantener cerca e implicada a la pareja. Ofrecen un cuidado caracterizado por la sobreimplicación.
Apego desorganizado: estas personas buscan desesperadamente cercanía física al tiempo que intentan crear una distancia mental. La incapacidad para crear estrategias de afrontamiento coherentes les conduce a experimentar una desorientación en su sistema de regulación afectiva. Tuvieron en el pasado experiencias íntimas tan atemorizantes y dolorosas, que han aprendido que toda interacción es peligrosa, por lo que piensan que cualquiera va a herirles. Esto les sitúa en una posición de control desde lo agresivo (haciendo daño), o desde lo sumiso (sometiéndose a los deseos del otro o la otra).
Combinaciones en el estilo de apego considerando a de cada miembro de la relación:
- Apego evitativo + Apego ambivalente (distinto apego inseguro): El evitativo tiende a tomar distancia emocional y cuenta con una dificultad para comprometerse lo cual potencia la inseguridad del ambivalente. Mientras tanto, la tendencia del ambivalente será pedir compromiso e involucramiento emocional con una excesiva demanda. Esta incompatibilidad producirá niveles bajos de satisfacción.
- Apego ambivalente + Apego ambivalente (mismo apego inseguro): Sitúa a los miembros en dos demandantes de atención que puede generar interacciones disfuncionales.
- Apego evitativo + Apego evitativo (mismo apego inseguro): Es difícil que lleguen a formar relaciones duraderas puesto que ambos evitan el compromiso y la intimidad, aspectos claves para consolidar una relación.
- Apego desorganizado + Apego desorganizado: El temor al rechazo unido a su incomodidad con la intimidad y a la combinación de evitación y dependencia, hacen probable que la relación termine con interacciones insatisfactorias y conflictivas.
Conclusión:
Estos modelos que desde fuera se perciben como desajustados, fueron los que consiguieron dar seguridad y supervivencia a el niño o la niña, y los que le facilitaron adaptarse a un contexto de relaciones insanas, inadecuadas e injustas. Es importante detectar esta tendencia en los vínculos para no llegar a una dependencia emocional por parte de ningún miembro de la pareja, ni promover inconscientemente una relación “tóxica”. Algunos cuidadores o cuidadoras educan a sus hijos e hijas para que sean libres emocionalmente y adultos responsables de sus vidas. Otros u otras, por múltiples causas, no logran poner en las bases esta seguridad. Las relaciones no deben basarse en la necesidad o la culpabilidad, sino en la decisión libre de compartir el tiempo, por ello, nuestro pasado no nos limita a ser víctimas, por el contrario, nos invita a reconocernos y a crear en conjunto vínculos más sanos. Se recomienda la terapia de pareja centrada en las emociones, que focaliza en la experiencia emocional del drama interpersonal, promoviendo el desarrollo de un apego más seguro, que nutra y fortalezca a ambos miembros de la relación.
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